Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta. - Aristóteles

domingo, 25 de septiembre de 2011

Gatos con zapatos

Por Ma. Grazzia Martínez (13 años)

Los empleados de una tienda se preguntaban para quién trabajaban, pues lo único que sabían acerca de su jefe era que amaba fabricar zapatos.  De día y de noche.  Era muy creativo y nunca nadie había entrado a la oficina del gato, ni siquiera los más viejos trabajadores lo habían logrado.  El gato sólo se dirigía a ellos por un diminuto altavoz ubicado en una esquina poco iluminada.

Un día el jefe gato les comunicó que organizaba un concurso en el que un cliente debía encontrar un caja con unos zapatos dorados, si los encontraba, podría entrar a su oficina y llevarse todos los zapatos que pudiera en un minuto.

Los empleados imaginaban que la oficina estaría repleta de zapatos, pues siempre escuchaban el martilleo, las puntadas y los sonidos que hacía el jefe que trabajaba todo el tiempo.  Así que el premio debía ser muy importante y estaban ansiosos porque empiece el concurso.

Un día antes, el empleado más nuevo de todos se quedó trabajando más tarde que de costumbre, pues necesitaba dinero extra.  Estaba guardando varios papeles en un escritorio cuando y al tropezarse con una silla, vio caer una minúscula llave dorada.  Probó si calzaba en la cerradura de la puerta del jefe... y ¡la puerta se abrió!

El gato corrió a cerrar la zapatería y regresó a la oficina del jefe, abrió la puerta despacio, pero su asombro fue tal que no pudo controlar el grito de asombro... ¡La oficina era enorme y estaba completamente llena de cajas con zapatos!, había zapatos grandes, pequeños; unos brillaban, otros eran elegantes y habían muchos zapatos de colores que llenaban la habitación.

Al final de un largo pasillo había una puerta, y de ella salían gemidos lastimeros.  El curioso empleado se acercó y al abrir la puerta, el llanto se detuvo y el empleado, vio por primera vez al jefe.  El gato se veía triste y solitario en su colorida oficina, el empleado se acercó más y le preguntó al jefe: 

-Señor gato, cómo puede estar usted tan triste teniendo un trabajo tan estupendo y vivo? -el jefe lo miró y respondió,

-¿Cómo podría ser feliz después del accidente? -el empleado le preguntó de nuevo

-¿Qué accidente? -el jefe se cansó y decidió contarle al empleado la verdad.

-Yo tenía aquí, en esta oficina, un compañero y juntos hacíamos los zapatos, pero un día peleamos y él se fue.  Yo sé que su pasión son los zapatos, por eso organicé este concurso.  Mi compañero es un ratón y así como tú es extraordinario encontrando cosas, así que me arrepiento de la peleo por dinero que tuvimos y cuando él venga y gané, le pediré disculpas y volveremos a trabajar juntos -el empleado comprendió que el jefe no quería que lo vieran llorar, así que se ocultaba para no ser avergonzado.

Por fin llegó el gran día y entre el público se encontraba el pequeño ratón, y tal como lo había supuesto el ingenioso ratón revisó toda la tienda hasta subir a un estante que se encontraba en lo alto y en él encontró la caja que guardaba los zapatos dorados y consiguió el premio.

En el interior de la oficina se encontraba su viejo amigo y juntos se perdonaron.  Ambos descubrieron que su amistad valía más que el dinero y juntos con el empleado, hicieron de su zapatería la más famosa, porque sus zapatos estaban hechos con un material que jamás se podría comprar: la amistad.

FIN

Érase que se era -Ma.Elena Walsh

Érase que se era, y no lo vais a creer, el país de Mundilandia, donde todo era al revés: las hormigas eran grandes y los osos pequeñitos; los perros tenían alas y ladraban los mosquitos.

En el país de Mundilandia, donde todo era al revés, el cielo era de color verde y las montañas de miel, los papás iban al cole y lo mismo los abuelos, y los niños eran jueces, maestros y hasta banqueros.

En el país de Mundilandia, y no lo vais a creer, había un rey de madera con gorrito de papel, que en vez de mandar a todos, tenía que obedecer.