Escrito por: Adelaida Jaramillo
Mi
nombre es Pedro, mi mamá me dice Pedrito pero yo ya mismo cumplo siete años, así
que ya soy bastante grande como para que me siga llamando "mi
bebito", "mijito", "negrito" o cualquier cosa que
termine en ito. A mi hermana Sandrita, que sólo tiene 2 años, sí le
podemos decir así porque es chiquitita, y aunque quisiera no podría reclamar nada
porque aún no habla bien y no se entiende lo que dice.
Sandrita
todavía no va a la escuela y no se entera de muchas cosas, como por ejemplo, que
a ella le deberían gustar las muñecas que le regala mi mamá, pero yo la hago
jugar con mis carritos y a ella le encanta, los prefiere a esas horrorosas
peponas que dan susto, no sé cómo puede dormir con todos esos pares de ojos
abiertos mirándola por la noche.
Lo
mejor de la noche, aparte de dormir es ver las estrellas, los cometas y la
luna. Mamá sabe mucho de eso, me señala
los planetas y las constelaciones con el telescopio que nos regaló el
abuelo. A Sandrita también le gustan las
estrellas, pero pintarlas en las paredes y a mi mamá no le hace mucha gracia
tener que limpiarlas.
—
Mamá, ¿podemos ver las estrellas?
— Claro
Pedrito –le respondió -señálame por favor el planeta Marte.
— Es
ese punto rojo que brilla allá arriba.
— Muy
bien –aplaudió su mamá -Sabes, mañana la luna se va a esconder.
— ¿De
quién?
— De
nadie, Pedrito. La tierra se va a interponer entre ella y el sol, tapándola.
— ¿Con
una sábana?
— No,
Pedrito. Mañana mientras desaparece, te
explico qué es un eclipse.
— Guau, guau, guau –ladró el perro.
—
Mamá, ¿tú crees que Cactus sepa qué es un eclipse?
— Todo
es posible, mijito.
Mamá
tiene razón. Aunque me gusta mucho jugar
con mi hermanita, en realidad disfruto más cuando juego con mi perro
Cactus. Mi papá lo encontró en la calle perdido,
así que vino a vivir aquí con nosotros antes que Sandrita. Cuando llegó parecía
un chihuahua, luego se estiró y parecía un perro salchicha, pero luego siguió
creciendo a lo largo y a lo ancho, y ahora ya no sabemos qué es, sólo que es
perro porque ladra, aunque aquí entre nos, a veces parece que hablara. Cuando
sea astronauta y vaya al cielo, Cactus vendrá conmigo en mi nave espacial.
— Chusss,
chusss, aquí el capitán Pedro al planeta Tierra, chuss, Cactus, chuss, chuss,
¿me copias?
— Guau,
guau.
— Chuss,
chuss, a la derecha se puede ver un agujero negro, chuss, chuss, ¿lo ves,
Cactus?
— Guau,
guau.
—
Listo para aterrizar, Cactus, chuss, chuss.
—
Guau, guau.
¡Oh!
¡No puedo esperar a subirme en esa nave, Cactus será un gran compañero de
viaje! Le traeré rocas lunares a
Sandrita para que las pinte con sus marcadores y si entra en la nave: le traeré
una estrella a mi mamá. ¿Qué cosas
encontraré allá arriba? Ojalá encuentre
a mi papá que se fue al cielo y se convirtió en una estrella, ésa es la que
quiero traerle a mi mamá.
Estoy
seguro que regresaré cargado de regalos, como el abuelo Pedro, que siempre tiene algo para nosotros. A mí me encanta ir a su casa los sábados para
almorzar. Allá todo es antiguo y misterioso
como él. Hay habitaciones dentro de las
habitaciones, pero yo no entro a esas porque me da miedo. El otro día escuché un ruido, podría haber
sido un ratón, como también podría haber sido un fantasma. Y con ninguno de los dos quiero encontrarme a
solas.
En
el dormitorio del abue hay fotos en
blanco y negro, juguetes de lata, libros y una bandera pirata. Después del almuerzo, el abuelo siempre nos
cuenta grandiosas historias a Sandrita, a Cactus y a mí.
—
¿Tú si entiendes lo que dice el abuelo, Cactus?
— Guau,
guau
Al
final del pasillo hay un cuarto que sea de día o sea de noche, siempre está
oscuro. Hoy yo traje una linterna y
esperaré a que todos se duerman para ver qué hay allá adentro. A lo mejor y está Pinocho y tengo que
rescatarlo.
—
Cactus, esta noche viviré una aventura como las del abuelo, ¿vienes conmigo?
—
Guau, guau, guau.
— Tu
misión es confirmar que todos están dormidos.
—
Guau, guau, guau.
¡Vaya!
¡Qué oscuro está aquí dentro! Mi
linterna casi no alumbra nada. Avanzaré,
que hasta ahora no pasa nada, sólo hay un escritorio, libros, una bola del
mundo, una escalera, unos mapas, ¡Ay!
¡Qué golpe más feo! ¿Qué es
esto? ¿Una caja? ¡Una caja gigante cubierta de números! ¿Qué pasará si aplasto el 7?
—
TOOOC, TOOOC, TOOC, TOOC, TOC TOC, TC TC
— ¡Oh!
¡La caja está moviéndose para arriba! ¡ESTOY
EN LAS NUBES!
— Guau,
guau.
— ¡Ay! ¡Qué susto, Cactus! ¿Cómo has llegado aquí?
— Guau.
— Ahora
sí que le podremos llevar una estrella a mamá.
— Guau,
guau, guau.
¡Estar
en el cielo es genial! Puedo saltar desde
una estrella a la otra sin caerme, recostarme en el pedacito de la luna
iluminado o patinar en la cola de los cometas.
¡Cuántos niños hay aquí arriba jugando!
— ¡Mira
Cactus, esos niños verdes con ojos grandotes!
—
¡Guau!
— Ven,
vamos a pararnos en la luna para que mamá nos vea. ¡Mamá!
¡Hey, mamá! ¡Estamos acá
arriba! Cactus, ¿tú crees que mamá nos
pueda ver?
— Guau,
guau.
— Mira,
yo creo que mamá está mirando otra vez a la estrella de papá. Esa es la estrella que debemos llevar a casa,
sino no vale la pena regresar. ¿Me
prometes que la encontraremos?
—
Guau, guau.
—
¿Qué pasó? Se fue la luz… ¡es el eclipse Cactus! Cactus, ¡Cactus! ¿En dónde estás?
— Tranquilo,
hijo, está aquí conmigo.
—
Guau, guau, guau, guau.
—
¡Papá!
— Es
hora de que te embarques en el ascensor en el que has venido, Pedro –le dijo su
padre –o no podrás regresar nunca más a la Tierra.
—
¿Qué pasa si me quiero quedar aquí contigo?
— Tu
mamá se pondrá muy triste y te extrañará.
—
Como yo a ti.
—
Sí, pero ahora te irás feliz y podrás visitarme las veces que quieras. ¿De acuerdo?
— ¡Estoy
de acuerdo! ¿Oye, Cactus, estás de
acuerdo?
— Grra,
grra.
— ¿Cactus,
qué tienes en la boca?
—
Unas rocas lunares –le dijo su padre sonreído.
—
¡Fantástico! ¿Y a mamá, qué le llevo?
—
¡Embárcate, Pedro! –le contestó su padre –a tu mamá, llévale un beso de mi
parte.
—
TOOOC, TOOOC, TOOC, TOOC, TOC TOC, TC TC
—
Pedrito… ¡Pedrito, despierta! –le dijo su madre –¡estás golpeando la cama!
—
¡Muuuuuac!
— ¿Mijito,
y ese beso tan cariñoso?
—
Esta noche cuando veamos las estrellas te cuento, mamá.
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